sábado, 10 de agosto de 2013
Sobre la Soledad
sábado, 15 de junio de 2013
Los Méritos Morales del Ateísmo
viernes, 8 de marzo de 2013
En Defensa de la Pornografía
Jada Stevens. ¿Apoco no se antoja? |
lunes, 4 de marzo de 2013
Sobre la Incompatibilidad de Ciencia y Religión
martes, 26 de febrero de 2013
Carta Abierta a un Mormón
Gracias por tu tiempo.
La punta del iceberg:
Un invaluable recurso para el escéptico:
http://www.project-reason.org/scripture_project/
Un primer acercamiento, algo somero:
http://en.wikipedia.org/wiki/Mormon
Christopher Hitchens sobre el tema:
http://www.youtube.com/watch?v=5WNzWp73_cg (Extracto del libro God is Not Great)
http://www.slate.com/articles/news_and_politics/fighting_words/2007/11/mitt_the_mormon.html
Algunos ex-mormones y sus testimonios:
http://www.exmormon.org/
http://www.iamanexmormon.com/
Un poco sobre la genética y el mormonismo:
http://usatoday30.usatoday.com/tech/news/2004-07-26-dna-lds_x.htm
http://en.wikipedia.org/wiki/Genetics_and_the_Book_of_Mormon
Un poco sobre el racismo:
http://www.slate.com/articles/life/faithbased/2012/03/mormon_church_and_racism_a_new_controversy_about_old_teachings_.html
http://www.nytimes.com/2012/08/19/opinion/sunday/racism-and-the-mormon-church.html?_r=0
Sobre la pedofilia, adulterio y poligamia de Joseph Smith:
http://exmormon.org/d6/drupal/taxonomy/term/21
http://exmormon.org/d6/drupal/Joseph-Smith-was-a-Pedophile-Mormon-sources.
Sobre la misoginia y represión de las mujeres en general dentro de la iglesia:
http://www.exmormon.org/mormwomn.htm
Guía mormona para dejar de masturbarse:
http://www.moonmac.com/Mormon_masturbation.html
Sobre la homofobia:
http://www.prwatch.org/node/7999
http://archives.religionnews.com/blogs/jana-riess/mormons-and-homophobia-mormons-and-gay-pride
miércoles, 6 de febrero de 2013
A Un Año del Diagnóstico
En cuanto a la ira, no recuerdo haber pasado por ella. Ciertamente había sentido ira antes, por lo que la hubiera identificado; simplemente no se presentó. Quizá hubo algunas contramedidas racionales que la previnieron. ¿Ira contra qué, o contra quién? ¿Contra mi propio sistema inmune, por haber hecho cortocircuito y neutralizado mi páncreas? Después de 29 años exitosos de mantenerme vivo—y de seguir peleando contra invasores microscópicos desde entonces—no había nada qué reprocharle. Además, no es como si hubiera hecho cortocircuito a propósito ; no al menos que le atribuyera conciencia a un ente difuso, compuesto de pequeños robots biológicos que, hasta donde ellos “saben”, tan solo están haciendo su trabajo. ¿Ira contra un dios en el que no creo? No tenía sentido tampoco. Parecía que el modelo de los psicólogos se debilitaba un poco.
Su médico le ha explicado que usted padece diabetes. Usted ha aprendido que el tratamiento de la diabetes que padece requiere de inyecciones de insulina.
Estupendo, gracias. No solo se veía desolador el panorama a mediano y largo plazo, sino que ahora podía caer en coma y morir por un descuido cotidiano. ¿Cómo se suponía que iba a seguir adelante con mi vida?
Pero justo en el mismo instructivo, presente en cada frasco de insulina que he comprado desde entonces, aparece la siguiente frase:
A pesar de la diabetes, usted puede llevar una vida activa, saludable y útil, si se alimenta con una dieta balanceada diariamente, hace ejercicio con regularidad y se aplica sus inyecciones de insulina exactamente como se las prescribió el médico.Y fue justamente eso lo que hice. Sobre todo, puse énfasis en hacerme útil y ocuparme. Fui dado de alta del hospital un miércoles por la tarde, y el jueves en la mañana ya estaba pidiendo informes en la universidad para empezar la maestría en física. La siguiente semana me puse en contacto con un médico nutriólogo, que diseñó un protocolo alimenticio específicamente para mí. Inclusive adquirí una máquina para hacer ejercicio—algo en lo que he fallado últimamente, debo admitir, pero que usé constantemente en un inicio. El caso es que el diagnóstico de diabetes acabó por darme un golpe de vigor y estámina. La depresión me duró unas semanas, o quizá uno que otro mes, pero fue una depresión provechosa y útil. En cuestión de meses logré no solamente controlar mis niveles de azúcar, sino que llegaron al punto en que, basándose solamente en las pruebas de laboratorio, la diabetes se volvió indetectable. Había bajado algo así como ocho kilos en los días que estuve hospitalizado, y hasta la fecha no los he vuelto a subir, a pesar de no estar haciendo todo el ejercicio que debería. La transición a la fase de negociación no salió nada mal.
Finalmente, llegamos a la fase de la aceptación. De algún modo la palabra parece inadecuada. ¿Acepta usted tener que inyectarse insulina de por vida? Por supuesto que no lo acepto, idiota; cada vez que me inyecto quisiera que no tuviera que hacerlo. ¿Acaso un paciente de cáncer acepta su quimioterapia? Ah, pero es que no se trata de esa clase de oferta; más bien, se trata de una oferta como las que haría El Padrino: una oferta que no puedes rechazar, porque realmente no te están preguntando. Puedes elegir qué vas a hacer a continuación—el control de daños, pues—, pero el daño ya está hecho, quieras o no. Cuando se le pone de esa forma, y cuando el no aceptar implica tener una muerte humillante, lenta y dolorosa, entonces sí, supongo que “acepto”.
sábado, 2 de febrero de 2013
De Mozart a Mahler
El propósito de la educación no es validar la ignorancia, sino superarla.
-Lawrence Krauss
Estalla un estruendoso alarido de batalla, y luego una fanfarria, seguida de ecos de maldad; grito de batalla para una fuerza temible, de proporciones épicas; un enemigo—no, un ejército—que avanza con golpes, cañonazos, potentes pulsaciones de ira marcial. Está compuesto de todo tipo de seres perversos, pequeños y grandes, sofisticados y brutos, de los que atacan por enfrente y de los que sabotean a escondidas también. Una y otra vez suena el rugido del antihéroe, el enemigo que se acerca a hacer batalla y destrucción. Es de una maldad incesante, un torbellino de furia destructiva y despiadada que se avecina. Parece demasiado enérgico para su propio bien; semejante ira no puede durar tanto, y sin embargo lo hace. Cuando por fin comienza a ceder, lo hace en gritos y golpes y pulsos, y se va, desapareciendo gradualmente. Los tambores de batalla ceden en intensidad y se vuelven más espaciados, con una última fanfarria en la lejanía, algo entre un grito distante y un eco.
Entonces aparecen otras pulsaciones, más como las de un latido—no, las de una respiración. Tras varios intentos, logra al fin convertirse en la más dulce voz; una voz femenina, sin duda, que bien pudiera ser la de una amante desolada, o la de una hija amada dejada atrás. Lo único claro es que a esta presencia femenina se le extraña con una pasión desgarradora, y que ella extraña también. Su llanto sube y baja, a veces dando saltos considerables, pero nunca llegando a lo grotesco. Entonces insiste, insiste, y luego cede, poco a poco, implorando. Regresa, regresa, regresa por favor. Me estoy muriendo de extrañarte y temer por ti. En un último suspiro desgarrador, lleno de dolor y pasión, pero también de esperanza, se extingue. Y luego de un corto interludio misterioso se avecinan de nuevo, a lo lejos, las tinieblas…
Lo anterior es parte de lo que se le viene a la mente a su humilde servidor cuando escucha los primeros siete u ocho minutos—dependiendo del tempo que haya elegido el director—del movimiento final de la Sinfonía No. 1 'Titán', de Gustav Mahler. El movimiento completo dura más de veinte minutos, cada uno saturado de energía y pasión a su modo. La sinfonía es seguramente la más fácil de escuchar del compositor, tanto por su lenguaje musical como por su duración. Y sin embargo, son pocas las personas que la conocen. Pensándolo bien, son pocas las personas que tan siquiera han oído hablar de ella, o del mismo Mahler, por cierto. Lamentablemente, forma parte de una categoría de expresión humana a la que la mayoría de las personas se cierra automáticamente, por considerarla a priori aburrida y sólo para intelectuales elitistas.
* * *
Todos han oído hablar de Mozart y Beethoven, pero pocos realmente conocen sus obras. Lo mismo sucede con intelectuales de otras ramas, como Shakespeare, Marx, Darwin y Einstein. Cuando las personas se encuentran con sus obras en su forma original, generalmente no hacen siquiera el intento de comprenderlas, aunque sea a través de alguna otra persona que haga el favor de dar una explicación o introducción. La mayoría de las personas llegan, cuando mucho, a simplemente dar por sentado el hecho de su genialidad—aunque a Darwin se la regatean más que a otros—y luego tratan de condensar el mérito del intelectual en cuestión con alguna frase que frecuentemente subestima, denigra o inclusive malinterpreta por completo la obra del genio en cuestión (un ejemplo claro de este grave vicio mental es atribuirle a Einstein el que “todo es relativo”).
En el caso de la música clásica, como con cualquier obra intelectual, la clave está en poner atención y pensar. No se puede llegar de forma pasiva, como suele hacerse con música de carácter “comercial”. Aunque frecuentemente es utilizada como un adorno sonoro que se pone en el fondo, la música clásica está compuesta con la intención de ser escuchada por sí sola, dedicándole toda la atención posible y de forma activa. Si bien ayuda mucho tener una educación musical o alguien que sirva de guía, no es indispensable. Basta con tan solo poner atención, seguir lo que está pasando y de vez en cuando tratar de anticipar. Esto puede ser sumamente difícil al principio, pero aun el escucha más neófito puede desarrollar la habilidad de ‘captar’ lo que está escuchando con la práctica.
Propongo que es precisamente la necesidad de hacer este esfuerzo intelectual lo que aleja a tanta gente de la música clásica. Ciertamente hay obras más fáciles de escuchar que otras, inclusive dentro del catálogo de un mismo compositor, pero en general el género clásico requiere un esfuerzo considerable a comparación de los otros (vale la pena señalar la excepción del jazz, que requiere similar esfuerzo para ser disfrutado plenamente, y que también es escuchado por muy pocos).
En qué medida se vea involucrada solamente la pereza mental es difícil precisar, pero sospecho que en muchos casos hay presente también una actitud de anti-intelectualismo, en el que el escucha tiene cierto resentimiento de no poder captar una obra inmediatamente, por lo que la menosprecia o inclusive ignora por completo. Lo mismo pasa en la ciencia, la filosofía, la historia, la religión; en fin, en cualquier área de conocimiento humano en la que haya conocedores, expertos y genios. Este resentimiento hacia lo inteligente y sofisticado provoca que las personas se aíslen y se priven de experiencias y conocimientos que podrían resultarles sumamente iluminantes y gratificantes. Como señalara Isaac Asimov, parecieran decirle al intelectual: "mi ignorancia es tan valiosa como tu conocimiento" (léase, en este caso, “mi reggaetón es tan valioso como tu Mozart”). Vulgar relativismo intelectual, pues.
* * *
¿Por dónde empezar, entonces? Ciertamente, yo no recomendaría a cualquiera a empezar a escuchar a compositores como Mahler, Wagner o Strauss inmediatamente; hay algunos, como Schoenberg o Berg, a los que inclusive recomendaría evitar por completo, en un principio. Lo más fácil es comenzar con las obras más conocidas de los autores más conocidos: Mozart y Beethoven, por ejemplo. De Beethoven, todo mundo conoce el primer movimiento de la quinta sinfonía. Bien, pues adelante con los otros tres movimientos, entonces. Pero poco a poco. Un movimiento a la vez, inclusive uno por día, de preferencia sin ponerlo de fondo para hacer otra cosa. Reitero que no es nada fácil al principio, sobre todo si no se tiene algún entrenamiento musical. Pero poco a poco se puede lograr mucho progreso, y la música se vuelve pegajosa. Una vez logrado esto, se puede pasar a otras sinfonías, o quizá sonatas para piano (las tres más conocidas pueden ser buen punto de partida: Patética, Apasionada y Claro de Luna). De Mozart, generalmente lo que la gente más ubica son la Pequeña Serenata Nocturna y la Sinfonía 40, aunque sea en fragmentos y de modo aislado. Entonces, antes de pasar a otras obras, bien vale la pena digerir bien éstas primero.
Algunos puntos de partida útiles:
Sinfonía No.40, de Mozart
Sinfonía No.5, de Beethoven
Sinfonía No.1, de Mahler (pasar al minuto 35:37 para encontrar el pasaje mencionado arriba)
El Castillo del Rey de la Montaña, de Grieg
miércoles, 30 de enero de 2013
Hitchens Sobre el Cáncer, Parte 0
Tópico de Cáncer
Christopher Hitchens (1949-2011)
Septiembre, 2010
Más de una vez en mis tiempos me he despertado sintiéndome como la muerte. Pero nada me preparó para la mañana este pasado junio cuando llegué a la conciencia sintiendo como si estuviera encadenado a mi propio cadáver. Parecía que mi pecho y tórax habían sido vaciados y rellenados con cemento de secado lento. Podía apenas escucharme respirar, pero no lograba llenar mis pulmones del todo. Mi corazón parecía estar latiendo demasiado rápido o demasiado lento. Cualquier movimiento, por más sutil, requería anticipación y planificación. Me tomó un esfuerzo extenuante cruzar el cuarto de mi hotel neoyorquino y llamar a los servicios de emergencia. Arribaron con gran prontitud y actuaron con inmensa cortesía y profesionalismo. Tuve tiempo de preguntarme por qué tenían necesidad de tantas botas y cascos y equipo pesado, pero ahora que veo la escena en retrospectiva, la veo como una gentil y firme deportación, llevándome del país de los sanos a la dura frontera que marca la tierra de la enfermedad. Tras unas cuantas horas, habiendo tenido que hacer bastantes procedimientos de emergencia sobre mi corazón y mis pulmones, los doctores en este triste puesto fronterizo me mostraron algunas otras postales de su interior, y me dijeron que mi próxima escala inmediata debería ser con un oncólogo. Alguna clase de sombra se mostraba en torno a los negativos.
La noche anterior, había estado lanzando mi más reciente libro en un evento exitoso en New Haven. La noche de la terrible mañana, se suponía que debía aparecer en el Daily Show con Jon Stewart y luego aparecer en un evento abarrotado en la Calle 92 Y, en el Lado Este Superior, en conversación con Salman Rushdie. Mi campaña de negación de corta duración tomó la siguiente forma: no cancelaría estas apariciones, ni decepcionaría a mis amigos, ni perdería la oportunidad de vender un montón de libros. Logré librar ambos trabajos sin que nadie notara nada fuera de lugar, aunque sí vomité dos veces, con un grado extraordinario de precisión, pulcritud, violencia y profusión, justo antes de cada evento. Esto es lo que los ciudadanos del país enfermo hacen cuando todavía se aferran desesperadamente a su viejo domicilio.
La nueva tierra es muy acogedora, a su modo. Todos sonríen tratando de dar ánimos y no parece haber absolutamente nada de racismo. Un espíritu generalmente igualitario prevalece, y aquellos que administran el lugar obviamente han llegado ahí a base de mérito y trabajo duro. Contraponiéndose, el humor es un poco enclenque y repetitivo, parece no haber nada de plática acerca de sexo, y la comida es la peor de cualquier destino que haya visitado jamás. El país tiene su propio lenguaje—una lingua franca que parece ser tanto aburrida como difícil, y que contiene tales nombres como ondansetron, para medicamento antináusea—así como algunos gestos a los que uno se tiene que acostumbrar. Por ejemplo, un oficial conocido por primera vez podría encajar sus dedos en tu cuello abruptamente. Fue así como descubrí que mi cáncer se había esparcido a mis nodos linfáticos, y que una de estas bellezas deformes—localizada en mi clavícula izquierda—era lo suficientemente grande como para verse y palparse. No es bueno cuando tu cáncer es palpable desde afuera. Especialmente, como en este caso, si no saben realmente dónde estaba su fuente principal. El carcinoma trabaja vivazmente de dentro hacia fuera. La detección y tratamiento suelen ser más lentos y laboriosos, desde fuera hacia dentro. Muchas agujas fueron encajadas en el área de mi clavícula—"tissue is the issue" ["el tejido es el asunto", N. del T.] siendo un eslogan en el lenguaje de Villa Tumor—y me dijeron que los resultados de la biopsia podrían tomar una semana.
A partir de los resultados que arrojaron estas células cancerosas, tomó más tiempo llegar a la desagradable verdad. La palabra "metástasis" en el reporte fue la que primero captó mi vista, y mi oído. El alienígena había colonizado parte de mi pulmón, así como buena parte de mi nodo linfático. Y su base de operaciones se ubicaba—desde hacía ya bastante tiempo—en mi esófago. Mi padre había muerto—y muy rápidamente, también—de cáncer del esófago. Él tenía 79. Yo tengo 61. En cualquier clase de "carrera" que pudiera ser la vida, me he convertido abruptamente en un finalista.
La notable teoría de etapas de Elisabeth Kübler-Ross, en la que uno progresa de negación a la ira, de la negociación a la depresión y a la eventual alegría de la aceptación, no ha tenido mucha aplicación en mi caso. En un modo, supongo, he estado "en negación" por bastante tiempo, conscientemente quemando la vela por ambos lados, y encontrando que da una linda luz. Pero por precisamente esa razón, no puedo verme desgarrado por el shock o escucharme quejándome de cómo es todo tan injusto: he estado tentando a la Muerte a que diera un zarpazo con su hoz en mi dirección, y ahora he sucumbido a algo tan predecible y banal que me aburre inclusive a mí. La ira estaría fuera de lugar, por la misma razón. En vez, soy oprimido por una molesta sensación de desperdicio. Tenía grandes planes para la próxima década, y sentía que había trabajado lo suficientemente duro para ganármelos. ¿Realmente no viviré para ver a mis hijos casados? ¿Para ver el World Trade Center erguirse de nuevo? ¿Para leer—si no es que escribir—los obituarios de villanos ancianos como Henry Kissinger y Joseph Ratzinger? Pero asumo esta clase de no-pensamiento como lo que es: sentimentalismo y lástima propia. Por supuesto que mi libro llegó a la lista de best-sellers el día que recibí el boletín informativo más sombrío, y a propósito, el último vuelo que tomé como una persona sana (hacia una multitud en la Feria del Libro de Chicago) fue el que me acumuló un millón de millas en United Airlines, con una vida de promociones por delante. Pero la ironía es mi trabajo y simplemente no veo ironías aquí: ¿sería menos apropiado tener cáncer el día que mis memorias fueran un fracaso total, o en el que hubiera sido echado de un vuelo de clase turista y abandonado en la pista? Para la pregunta tonta de '¿Por qué a mí?', el cosmos apenas se molesta en contestar: ¿Por qué no?
El estado de negociación, sin embargo. Tal vez haya alguna escapatoria por ahí. El trueque oncológico es que, a cambio de la oportunidad de unos pocos años útiles, accedes a someterte a quimioterapia y después, si te va bien con eso, a radiación y quizá hasta una cirugía. Esta es la apuesta: durarás un poco más de tiempo, pero a cambio vamos a necesitar algunas cosas de ti. Éstas pueden incluir sentido del gusto, tu habilidad para concentrarte, tu habilidad para digerir, y el cabello en tu cabeza. Esto parece ser un trueque razonable. Desafortunadamente, implica confrontar uno de los clichés más atractivos de nuestro lenguaje. Seguro que lo ha oído. La gente no padece cáncer: se reporta que batallan contra él. Nadie que dé sus buenos deseos omite el lenguaje combativo: puedes vencerlo. Inclusive está en los obituarios de los que han perdido contra el cáncer, como si uno pudiera decir razonablemente que murieron después de una larga y valiente batalla contra la mortalidad. No se oye esto al respecto de pacientes crónicos de enfermedades cardiacas o renales.
Por mi parte, amo la imagen de una lucha. A veces quisiera estar sufriendo por una buena causa, o arriesgando mi vida por el bien de los demás, en vez de solo ser un paciente en grave peligro. Permítame informarle, sin embargo, que cuando te sientas en un cuarto con otros finalistas, y gente amable te trae bolsas transparentes de veneno y te las enchufa en el brazo, y te pones o no te pones a leer un libro mientras los contenidos del saco de veneno llenan tu sistema, la imagen de un ardiente soldado o revolucionario es la última que se te va a ocurrir. Te sientes empantanado en pasividad e impotencia: disolviéndote sin poder, como un terrón de azúcar en agua.
Es impresionante, este quimio-veneno. Ha provocado que baje unas 14 libras, aunque sin hacerme sentir más ligero. Me quitó una tremenda erupción en mis espinillas que ningún doctor había siquiera podido explicar, mucho menos curar. (Tremendo veneno, para despachar esos furiosos puntos rojos sin problema alguno.) Que por favor sea así de despiadado con el alienígena y sus colonias muertas. Pero como en contra de eso, las cosas que dan vida y las que dan muerte me han hecho extrañamente neutral. Estaba más o menos reconciliado con la pérdida de mi cabello, que empezó a soltarse en la ducha en las primeras dos semanas de tratamiento, y el cuál guardé en una bolsa de plástico para poder ayudar a llenar un dique flotante en el Golfo de México. Pero no estaba del todo preparado para la forma en que mi rastrillo se deslizaría sin resistencia alguna por mi cara. O para la manera en que mi recién lampiño labio superior comenzaría a parecer como si hubiera pasado por electrólisis, causando que pareciera la tía cotorra del alguien. (El pelo en pecho que alguna vez fue el brindis de dos continentes no ha cedido todavía, pero mucho de él fue rasurado en incisiones hospitalarias, así que es un asunto algo parchado.) Me siento molestamente desnaturalizado. Si Penélope Cruz fuera alguna de mis enfermeras, ni lo notaría. En la guerra en contra de Tánatos, si debemos nombrarla una guerra, la inmediata pérdida de Eros es un enorme sacrificio inicial.
Estas son mis primeras y crudas reacciones a mi aflicción. He resuelto resistir corporalmente todo lo que pueda, aunque sea solo pasivamente, y buscar los consejos más avanzados. Mi corazón y presión sanguínea y otros signos vitales están fuertes de nuevo: de hecho, se me ocurre que si no tuviera una constitución tan resistente hubiera llevado una vida más sana hasta ahora. En mi contra se encuentra el ciego alienígena sin emociones, alentado por algunos que desde hace mucho me han deseado mal. Pero del lado de mi vida continuada está un grupo de generosos y brillantes doctores, así como un gran número de grupos de oración. Espero escribir acerca de estos dos la próxima vez si—como invariablemente solía decir mi padre—vivo para ello.
Traducción: Héctor Mata
martes, 22 de enero de 2013
Sobre las Fallas Morales Fundamentales del Cristianismo
"No creáis que he venido a anular la Ley o los Profetas. No he venido a anularlos, sino a cumplirlos. Porque yo os declaro solemnemente que aún cuando pasen el cielo y la tierra, ni una 'i' ni un puntito de la Ley pasará hasta que no se cumpla todo. El que violare, pues, uno de esos pequeñísimos preceptos y enseñare eso a los hombres, pequeñísimo será considerado en el Reino de los Cielos..."
"...En verdad os digo: no hay quien haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierras por mí y por el evangelio, que no reciba cien veces más ahora en esta vida, en casas y hermanos y hermanas y madre e hijos y tierras, con persecuciones, y la vida eterna en el otro mundo."
"El hermano entregará a la muerte a su hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y les darán muerte."
"No creáis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino guerra. Porque he venido a dividir al hijo contra el padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra la suegra. Y los enemigos del hombre, son los de su propia casa. El que ame a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. Y el que ame a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí, y el que no tome su cruz y me siga, no es digno de mí."
Un enlace sumamente útil: http://www.project-reason.org/scripture_project/
(*)La analogía del barco que se hunde tiene mucha tela de dónde cortar. Aquí dejo algunas consideraciones adicionales; seguramente puede sacársele aun más jugo, ejercicio que se le propone al amable lector.