Fue el 12 de febrero
pasado que fui a dar a un hospital cercano a mi casa, aquejado por
diversos malestares. Desde ese mismo día sospecharon los médicos
que era diabético, hecho que confirmaron al día siguiente con los
resultados de varios estudios. Desde entonces—y para siempre—,
mi vida ha cambiado en diversas maneras.
Antes que nada, hay que
señalar que soy diabético del tipo 1, que es, por mucho, menos común
que el tipo 2 (algo así como 19 de cada 20 diabéticos son tipo 2).
Esto significa que me he quedado sin producción de insulina en mi
páncreas, debido a una reacción auto-inmune. No está claro qué
la desencadenó, pero se sospecha de una infección viral. Mi sistema inmune no reaccionó apropiadamente y
destruyó células del páncreas junto con el bicho invasor. No hay
forma conocida de curar la diabetes—a pesar de varios mitos en la
cultura popular—, y es una enfermedad que provoca, si no se
controla adecuadamente, complicaciones severas a largo plazo. En el
caso de diabéticos tipo 1 como yo, es necesario inyectar la insulina
varias veces al día (desde dos hasta cuatro o más), para sustituir
la insulina que el páncreas ha dejado de producir.
* * *
Hay un aspecto irónico
de mi enfermedad y subsecuente cambio en mi estilo de vida: ahora soy
mucho más sano. De hecho, he cambiado mi alimentación de manera
radical y tomo más en serio la necesidad de hacer ejercicio. No
solamente están controlados mis niveles de glucosa, sino también
mis triglicéridos y colesterol. Mi peso está prácticamente en su
punto ideal, y pantalones que estaban al borde de ser retirados de
circulación ahora tienen una esperanza de vida renovada, y hasta
necesitan de un cinturón. Aparte de la diabetes, solamente hay un
punto en donde no parece estar funcionando al cien por ciento mi
cuerpo. Todavía es pronto para saber, por aquello de que mis
niveles hormonales han estado fluctuando mucho últimamente, pero los
análisis más recientes indican que mis riñones funcionan a tres
cuartas partes de su funcionamiento mínimo ideal. Mi médico me
dice que esto no es de preocuparse, que se pueden vivir muchos años
sanos con esa función renal, y que además habría que hacer más
exámenes en unos meses para poder estar seguros. Lo que es
definitivo es que la causa no puede ser mi diabetes, porque apenas
llevo unos meses y ese tipo de daño toma años. Así que solo queda
esperar y no preocuparse. Se dice fácil, pero estamos hablando de
mis riñones.
* * *
Como dije, ha cambiado mi
alimentación. Pero no solo eso: ha cambiado mi relación con
la comida. Siempre estoy sacando cuentas, considerando mediciones de
azúcar, recordando indicaciones de mi médico. Cada comida es una
prueba: prueba de que pueda mantenerme dentro de los límites de lo
que tengo permiso de comer; prueba de que la dosis de insulina sea la
correcta; prueba de que las cuentas de carbohidratos que saqué
fueron correctas; prueba de que el ejercicio haya disminuido la
resistencia a la insulina. Para que se den una idea, ésta es una
imagen de una típica cena mía ahora:
En este caso tenemos
chayote, tomate, calabacitas, naranja, un sandwich de jamón y queso
y un vaso de leche light. La cantidad de comida no es nada
despreciable y rara vez quedo con hambre al finalizar. No es
precisamente una delicia que anhelo durante todo el día, pero
definitivamente podría ser peor. Procuro que todas mis comidas sean
así. ¿Y cuántas personas sin diabetes comen así de sano?
Dudo que sean siquiera pocas.
* * *
Adicionalmente, ahora
llevo conmigo a casi todos lados un kit, convenientemente contenido
en una lonchera que me regalaron en el hospital. Éste kit se ha
convertido en mi estuche de supervivencia:
Consta de algodón,
agujas, alcohol, una libreta para apuntes, insulina, medidor de
glucosa y dulces para servir como contramedidas para las bajas de
azúcar. (Existe un argot de diabéticos, en el que a las bajas de
azúcar—hipoglucemias—se les conocen como “hipos”;
similarmente, a los médicos endocrinólogos se les conoce como
“endos”, y así sucesivamente.) Estas bajas son algo cotidiano y
bastante desagradables. Resulta que el cerebro necesita una
corriente continua no solamente de oxígeno sino también de azúcar
para poder funcionar. Cuando el azúcar no es suficiente, se producen
mareos, temblores, sudor frío, confusión e irritabilidad. De no
ingerir alguna fuente de azúcar pronto, se puede tener un desmayo.
Suelo tener una hipoglucemia al día, generalmente alrededor del
medio día.
Es por esto de las
hipoglucemias que la medición de azúcar con el glucómetro es tan
importante, en particular la de la noche antes de dormir. Nada
impide que el nivel de glucosa en sangre disminuya hasta niveles
críticos durante la noche, lo cual puede llevar a la imposibilidad
de despertar al día siguiente, y el consiguiente pánico de mi
esposa. Por lo tanto, procuro nunca omitir esta medición, y además
trato de siempre tener una manzana o alguna otra fuente de azúcar al
lado de la cama.
* * *
Durante todo este tiempo,
el tema de mi ateísmo no ha salido en ninguna conversación, ya sea
con mi familia, mi esposa, mi familia política o los médicos. Creo
que es lo mejor. Para empezar, no habla bien del dios supuestamente
omnipotente, omnisciente y omnibenevolente que diseñó semejante
bomba de tiempo. Cabe mencionar que muchas personas que desarrollan
la diabetes tipo 1 lo hacen cuando son niños, razón por la cuál
por mucho tiempo se le conoció como diabetes infantil. Entonces
tenemos el caso de una bomba de tiempo sutil, que ataca niños y
adultos indiscriminadamente, y supuestamente ha sido diseñada por el
supremo creador del universo; eso, o éste mismo ha contribuido por
omisión a su ocurrencia. Yo soy un blasfemo ateo, y quizá los
creyentes pudieran decir que mi diabetes es un mensaje de Dios para
que reconsidere mi posición, o inclusive que es un castigo. ¿Pero qué le
pueden decir a los niños y niñas que la padecen, y que generalmente
son creyentes? ¿Es su padecimiento el resultado de sus acciones?
¿Acaso es su culpa? Ya lo habían dicho el antiguo filósofo griego, Epicuro: en vista de los resultados, si dios es
omnipotente, entonces no es bueno. Si es bueno, entonces no es
omnipotente. Así de fácil.
Así que seguramente ha
sido bueno que mis interlocutores varios no hayan mencionado a Dios
en estas semanas en cuanto concierne a mi diabetes; seguramente
hubiera llevado a una conversación incómoda acerca de su maldad,
indiferencia, impotencia o indiferencia omisa.
* * *
Cabe mencionar también,
por último pero con la mayor importancia, que mi esposa ha sido
maravillosa durante estas primeras semanas de mi padecimiento.
Siempre atenta, hace mucho más de lo necesario por velar por mi
salud, tanto por mis alimentos como por mis hipos. Suele
estar, como sucede con las mujeres, mucho más al pendiente de mis
citas con los médicos que yo mismo, y no duda en llamar a un médico
ante cualquier duda y para hacer cita. Las probabilidades de tener
diabetes tipo 1 son microscópicas y a mí me tocó. Pero en el
apoyo recibido por mi esposa, se ha más que compensado ese
infortunio.