miércoles, 21 de diciembre de 2011

Sobre la Propaganda “Pro Vida”

Conducía por las calles de la bonita pero mocha ciudad de Guadalajara, en una de las colonias mejor acomodadas, cuando un joven se acercó a darme un volante.  El chavo tenía aspecto de preparatoriano, delgado, de piel clara, ojos claros y cabello castaño (información que más delante será importante).  El volante que me entregó parecía haberlo recortado él mismo con tijeras a partir de una fotocopia, y lo reproduzco a continuación, sin edición ni modificación alguna:

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Ciertamente, aunque he explorado algunas de las falacias, contradicciones, hipocresías y simples mentiras del movimiento pro vida, no he hecho un artículo específicamente de ello, enumerando y discutiendo todos los argumentos a favor y en contra del aborto; no pienso hacerlo aquí, pero sí creo que vale la pena discutir lo que vemos en este volante por lo menos.  Pueden encontrar otros artículos que he escrito acerca del tema aquí y acá.

Primero, para ser exactos y exigentes, vale la pena mencionar que los bebés, tales como el que se muestra en la imagen, sí están completamente protegidos por la ley, dado que su muerte intencional  (suponemos que es a lo que se refiere el volante) sería un delito.  Por qué poner la foto de un bebé y no la de un cigoto, embrión o feto es algo que solo puedo especular, pero probablemente sería porque los del movimiento pro vida no ven la diferencia.  Esto es un misterio para mí, ya que supongo que si pueden entender por qué una semilla no es un árbol, podrían entender por qué un bebé no es lo mismo que un feto, embrión o cigoto.  Quizá los esté sobreestimando, o quizá tienen acceso a información o entendimiento que yo no.

Segundo, vale la pena señalar la cruz en el centro de la propaganda, que delata por completo el razonamiento—o falta de—tras la misma.  Aquí planteo algo que todo mundo sabe pero no se atreve a decir: no existen argumentos racionales, ni mucho menos evidencia, para prohibir el aborto.  Tal cual.  Conozco personas inteligentes, morales y capaces que lo han intentado valientemente, pero fracasan como fracasaría el mismísimo Einstein si se propusiera argumentar que la tierra es plana.  Simplemente no se puede porque parten de premisas que no son ciertas.  De ahí que sea necesario darle “validez” a la posición pro-vida a través de la religión, todavía respetada en la sociedad mojigata y retrógrada que es la del Bajío mexicano.

Además, para este punto, vale la pena mencionar que tenemos separación entre la Iglesia y Estado en nuestro México (ver el artículo 130 de la Constitución), razón por la cual todo el argumento pro vida quedaría invalidado jurídicamente desde su concepción si abogados y jueces con pelotas siguieran la ley.

Tercero, la leyenda “A favor de la vida” es deshonesta: los espermatozoides y los óvulos están, técnicamente, tan vivos como el feto al que dan pie semanas después.  Cada eyaculación y cada menstruación son sinónimos de la muerte de seres vivos.  ¿Abogan por prohibir esto los mochos pro vida?  Por supuesto que no; cambian su discurso para decir “Bueno, realmente a lo que nos referimos es a la vida a partir de la concepción”.  Entonces podemos preguntar qué hay de la vida de la mujer: puede morir por hacerse un aborto clandestinamente, o pasar 20 años en la cárcel, o quedar sola y pobre en la calle con un bebé qué alimentar.  ¿Su vida no vale nada?  ¿Es ella dispensable?  Aunque los opositores al aborto legal hagan concesiones en estos puntos, a fin de cuentas se siguen identificando a sí mismos como “a favor de la vida”.  Además, la etiqueta tiene otra implicación adicional: que sus opositores no están a favor de la vida, lo cuál no puede ser más falso.

Por último, el punto con el que empecé: el joven de aspecto de niño bueno y acomodado que repartió la propaganda en primer lugar.  Como detalle, basta analizar la redacción del texto en el volante para detectar que no es precisamente un erudito de la lengua quien lo haya escrito.  Digo, yo no soy Octavio Paz, pero puedo acentuar palabras y redactar de manera más o menos competente.  Segundo, y a propósito de las “altas” clases socioeconómicas separadas de la realidad en nuestro país, este joven probablemente no tenga la menor idea de lo que es ser una mujer joven y pobre en México.  Obviamente, en su condición de varón se encuentra ya de por sí en desventaja.  Sus papás se encargarían, en caso necesario, de mandar a su hermana o prima embarazada “de vacaciones” a Houston por unos días a que le practiquen su aborto seguro allá; tal opción es imposible para la gran mayoría de las mexicanas hoy.

Como decía el recién fallecido Christopher Hitchens, héroe intelectual de nuestros tiempos, se conoce ya la cura para la pobreza. Se ha probado una y otra vez y es lo único que funciona: la liberación y empoderamiento de las mujeres.  Si podemos lograr que las mujeres quieran de sí mismas algo más que ser una incubadora de fieles para la iglesia, y si les damos los medios accesibles para que lo logren, podremos tener un país—y un mundo entero—mejor y más preparado para resolver los grandes problemas a los que nos enfrentamos como sociedad y especie.  Cabe mencionar que no hay religión—hasta ahora—que no se oponga a esta propuesta.