Christopher Hitchens
¿Qué decimos cuando queremos volver a visitar una política o esquema de antaño que ya no parece estar sirviéndonos, o que ha dejado de producir resultados útiles? Comenzamos por decir tentativamente: “Bueno, no está escrito en piedra.”
Por eso, la gente se refiere a que no es una de las inmutables Tablas de la Ley. Por tanto, fetiches más recientes tales como el estándar de oro, o la supuestas leyes del libre mercado, pueden ser descartadas por no estar inscritas en granito o marfil. ¿Pero y qué si es la versión original, escrita en piedra, la que necesita una reedición? ¿Quién tomará un cincel revisionista?
Hay, de hecho, un buen precedente bíblico para hacer justamente eso, dado que la dación de las Leyes Divinas por parte de Moisés aparece en tres o cuatro descripciones grandemente distintas en las escrituras. (Cuando escuche que la gente quiere que los Diez Mandamientos sean inscritos en juzgados y escuelas, siempre asegúrese de preguntar cuáles. Siempre funciona.) El primer y más conocido conjunto aparece en Éxodo, capítulo 20, pero termina con el mismísimo Moisés rompiendo lo que serían los artefactos más sagrados en la historia del hombre: los paneles originales de Escritura Sagrada escritos por Dios mismo. La segunda edición ocurre en Éxodo, capítulo 34, cuando nuevas tablas son presentadas después de una sesión celestial de re-escritura y por primera vez se les refiere como “Los Diez Mandamientos”. En el quinto capítulo de Deuteronomio, Moisés vuelve a convocar a su gente y vuelve a recitar el discurso del Sinaí, si bien con una alteración altamente significativa (las justificaciones para el mandamiento sobre el Sábado difieren enormemente). Pero, descontento con el efecto de esto, convoca al rebaño otra vez 22 capítulos después, a la vez que el río Jordán se vislumbra, y da un conjunto adicional de órdenes—principalmente maldiciones tersas—que también son inscritas en piedra. Tal como con las placas de oro en las que Joseph Smith encontró el Libro de Mormón, no sobrevive ningún trazo de ninguna de estas tablas originales.
Por tanto, estamos completamente justificados en considerarlas una obra en proceso. ¿Pudiera ser que hay algunos viejos mandamientos que pudieran ser retirados, así como unos nuevos que pudiéramos adoptar? Tomando los “Top 10” en orden, encontramos (estoy usando la versión del Rey James, o la versión “Autorizada” del texto):
I y II
Estos mandamientos son realmente una mezcla de órdenes relacionadas. “Yo soy el Señor tu Dios... no tendrás otros dioses ante mí”. El uso de mayúsculas lleva la intrigante implicación de que quizá haya otros dioses, pero no tan merecedores de respeto y asombro. (Los estudiosos difieren acerca de la época en la que los Judíos se decidieron por el monoteísmo.) Entonces le sigue la prohibición sobre las “imágenes talladas”, y de hecho de “cualquier representación de lo que está en el cielo, o debajo de la tierra, o bajo el mar.” Esto parece prohibir el arte sacro, tal como algunos musulmanes interpretan al Corán como prohibitivo de cualquier forma humana, sobre todo las sagradas. (Ciertamente parece desincentivar la iconografía cristiana, con sus crucifijos y estatuas de vírgenes y santos.) Pero la prohibición es claramente enfática, ya que viene acompañada del recordatorio de que “yo el Señor soy un Dios celoso, castigando las iniquidades de los padres sobre sus hijos, hasta la tercera y cuarta generaciones.” El castigo colectivo de niños futuros, por el pecado de lèse-majesté, no le puede parecer a cualquiera una promesa especialmente moral.
III
“No tomarás el nombre del Señor en vano, porque el Señor no considerará libre de culpa a quien tome su nombre en vano.” Aquí se toca una nota ligeramente quejumbrosa y repetitiva, como de vanidad herida. Nadie sabe cómo obedecer este mandamiento, o cómo evitar la blasfemia o la profanidad. Por ejemplo, yo digo “sabrá Dios” cuando realmente quiero decir que “nadie sabe”. ¿Es esto ontológicamente peligroso? ¿No deberían ser las leyes inalterables más claras e inequívocas?
IV
“Recuerda santificar el sábado”. Éste mandamiento ostensiblemente breve se prolonga mucho—cuatro versos, de hecho—y enfatiza la importancia de un día dedicado al Señor, durante el cuál ni los niños, ni los siervos, ni los animales de uno deben tener permitido hacer ninguna tarea. (Pregunta: ¿Por qué se dirige específicamente a gente que tiene servidumbre?)
Nadie se opone a un día de descanso. El movimiento comunista internacional comenzó proclamando un paro en favor de una jornada de ocho horas el primero de mayo de 1886, en contra de patrones cristianos que usaban labores infantiles siete días a la semana. Pero en Éxodo 20:8-11, la razón para el día de descanso es que “en seis días el Señor hizo el cielo y la tierra, y todo lo que hay en ellos, y descansó en el séptimo.” Sin embargo, en Deuteronomio 5:15 se da una razón distinta para observar el asueto: “Recuerda que eras un sirviente en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de ahí con su mano poderosa: por lo tanto el Señor tu Dios te manda a tener un día de asueto”. Aunque esto pueda ser preferible, con su recordatorio de una servidumbre previa, nuevamente encontramos señales mixtas aquí. ¿Por qué no se puede descansar por su propio mérito? Además, ¿por qué no puede el infalible y omnisciente decidirse sobre cuál es la razón?
V
“Honra a tu padre y a tu madre”. Inocuo como parece ser, éste es el único mandamiento que viene con un aliciente en vez de una amenaza. Las versiones en Éxodo y Deuteronomio son las mismas: “para que tus días puedan ser largos en la tierra que el Señor tu Dios te da.” Esto quizá tiene la ligera sugerencia de ser respetuoso a Papá y Mamá para obtener una herencia—los Israelitas ya fueron prometidos a éstas alturas las tierras de los cananitas, así que el futuro botín de bienes raíces parece cuantioso. De nuevo, ¿por qué no proponer el amor a los padres como algo bueno por sí mismo?
VI
“No matarás”. Éste mandamiento tan celebrado obviamente no puede significar lo que parece decir en la traducción. En el hebreo original, resulta ser algo más equivalente a “No cometerás asesinato.” Podemos estar más bien seguros de que la intención original no es de ninguna manera pacifista porque, inmediatamente después de romper las tablas en un episodio de ira, Moisés convoca a su facción levita y le dice (Éxodo 32:27-28):
Dijo el Señor Dios de Israel, que cada hombre tome su espada, y que vaya de puerta en puerta por el campamento, y mate cada hombre a su hermano, y cada hombre a su amigo, y cada hombre a su vecino. Y los hijos de Leví hicieron como dijo Moisés; y murieron de la gente ahí aproximadamente tres mil hombres.
Con su introducción de seis palabras, ésa orden también constituía una clase de “mandamiento”. Todo el libro de Éxodo es un entorno rico en mandamientos, contaminado con otras feroces órdenes de matar gente por todo tipo de ofensas menores (incluyendo violaciones del Sábado) y también incluye el siniestro, ominoso verso “No tolerarás a los hechiceros,” que fue tomado por cristianos como una instrucción divina hasta hace poco en la historia humana. Algo de trabajo se requiere aquí: ¿Qué es asesinato en primer o tercer grado y qué no? Distinguir matar de asesinar no es un trabajo fácilmente apto para mortales: ¿qué vamos a hacer si Dios mismo no puede determinar la diferencia?
VII
“No cometerás adulterio”. Por alguna razón, “el séptimo” es el único de los mandamientos que es todavía bien conocido por su número. El conocimiento carnal extramarital probablemente era una amenaza mayor para la sociedad cuando las familias y tribus eran más cercanas y más unidas por estrictos códigos de honor. Habiendo proveído la materia prima para la mayoría de las obras de teatro y novelas publicadas fuera del Medio Oriente, el adulterio sigue siendo una gran fuente de miseria, júbilo y fascinación. La mayoría de los códigos criminales ya han dejado a un lado el intento de castigarlo por ley: sus recompensas y castigos son cuidadosamente administradas por sus practicantes y víctimas. Quizá no merezca estar agrupado con el asesinato y el perjurio, lo que nos lleva a:
VIII
“No robarás.” Nada qué alegar aquí. Aquellos que han trabajado duro para adquirir un poco de propiedad están justificados en resentir a aquellos que roban en vez de laborar, y cuando la sociedad evolucione a un punto en el que haya riqueza que no le pertenece a nadie—propiedad pública o social—aquellos que la saquean para obtener beneficio privado serán merecidamente tratados con odio y desprecio. Admitidamente, la prosperidad de algunas familias y haciendas también está fundada en un robo original, pero en ese caso el mismo principio de desaprobación puede aplicar.
IX
“No levantarás falso testimonio en contra de tu prójimo.” Ésta es quizás la ley más sofisticada en el Decálogo. La sociedad humana es inconcebible a menos que las palabras tengan un valor, y en disputas legales demandamos rigurosamente el tomar juramentos que conllevan serias penas por el perjurio. Hasta recientemente, mucho testimonio ante el Congreso se tomaba sin que los testigos “juraran”: esto llevó a muchas mentiras oficiales. Nada enfoca más la atención que un recordatorio de que uno está bajo juramento. La palabra “testigo” expresa uno de nuestros conceptos más nobles. “Atestiguar” es una alta responsabilidad moral.
Nótese también, cómo este mandamiento es relativamente flexible. Su fulcro es la frase “en contra”. Si se está bastante seguro de la inocencia de alguien, y se oscurece la verdad tan solo un poco en el estrado, se es entonces técnicamente culpable de perjurio y puede uno sentirse inquieto en privado. Pero si se miente de manera consciente para lograr culpar a alguien que no es culpable, se ha hecho algo irremediablemente profano.
X
“No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea suyo.” Hay varios detalles que hacen de este quizá el más cuestionable de los mandamientos. Uno no puede evitar notar de nuevo que, tal como el mandamiento sobre el asueto, está dirigido a la clase poseedora de esclavos y propiedad. Además, se agrupa a la esposa con el resto de las pertenencias (y en una época donde además podía haber más de una esposa por cada prójimo).
Nótese también que no se está sancionando ni promoviendo un acto en específico. En vez de ello, esta es la primera—pero no la última—introducción en la Biblia del concepto totalitario del “crimen de pensamiento”. Se le está diciendo a uno, en efecto, que ni siquiera piense algo. (Jesús de Nazareth en el Nuevo Testamento lleva esto a otro nivel, anunciando que aquellos con lujuria en su corazón ya han cometido el pecado del adulterio. En ese caso, a uno lo podrían colgar—o lapidar—por un pensar en un buey o un asno.) Legisladores sabios saben que es un error promulgar legislación que es imposible obedecer.
Hay más cosas qué objetar. Desde el punto de vista “de izquierda”, ¿cómo es moral prohibirle a la gente que considere las ganancias de los ricos como indebidas, o de demandar una distribución más justa de la riqueza? Desde el punto de vista “de derecha”, ¿por qué es perverso el ser ambicioso y adquisitivo? ¿Y acaso no es la envidia un gran motivador de emulación y competencia? Alguna vez tuve un debate sobre estos puntos con el rabino Harold Kushner, autor de aquel texto consolador, Cuando Cosas Malas le Pasan a Gente Buena, y él me dijo que hay un argumento erudito Talmúdico, o midrash, que mantiene que “prójimo” en este caso realmente se refiere solamente al vecino de la casa de al lado. A propósito, hay argumentos persuasivos de que “prójimo” en la mayor parte de la Biblia se refiere solamente a “otros Judíos”. Pero parece un desperdicio de mandamiento si se acota solamente a los Joneses o los Semitas.
* * *
Lo que emerge de este primer repaso es esto: los Diez Mandamientos fueron derivados de ética situacional. Muestran todos los síntomas de haber sido hechos por hombres e improvisados bajo presión. Se dirigen a una tribu nómada cuya principal economía es la agricultura primitiva, y cuya riqueza se cuenta en unidades de gente y también de animales. También son dirigidos a un grupo que ha sido prometido las tierras y rebaños de otras tribus: los amalecitas y medianitas y otros a los que Dios ordena matar, violar, esclavizar o exterminar. Y esto también es importante, porque en cada paso de su arduo viaje se le recuerda a los israelitas apegarse a las leyes; no porque son justas en sí, sino porque les llevarán a ser conquistadores (de la única parte del Medio Oriente que no tiene petróleo, por cierto).
Entonces: ¿cómo podar y cómo enmendar? Los números del I al III pueden simplemente suprimirse, ya que no tienen nada que ver con moralidad y son solamente una largo despeje de la garganta por un dictador excéntrico. El mero temor de una autoridad invisible no es una buena base para la ética. La prohibición sobre la escultura y arte pictóricos también debe ser levantada. El número IV pudiera quizá quedarse, aunque los periodos de descanso no son exactamente un imperativo ético y son demandados tanto por lo práctico como por lo divino. Por lo menos, si se remueven los redundantes versos primero, tercero y cuarto (ninguno de los cuales puede posiblemente aplicar para los no-judíos), el número IV sí parece implicar que hay derechos así como obligaciones. Para millones de personas por miles de años, el Sábado se convirtió en un pesado yugo de obligación y observación estricta, en vez de un día de recreación y ocio. También llevó a hipocresías absurdas que parecen tratar a Dios como un tonto: no se dará cuenta si hacemos que el elevador se detenga automáticamente en cada piso, para que ningún judío piadoso tenga que presionar un botón. Esto es malsano y excesivo.
En cuanto al número V, por supuesto que hay que respetar a los mayores, pero ¿por qué no hay nada prohibiendo el abuso infantil? (La insolencia por parte de los niños se castiga con la muerte, de acuerdo a Levítico 20:9; tan solo unos cuantos versos antes de que se dé la pena de muerte por la homosexualidad también.) Un niño cruel o grosero es algo molesto, pero un padre cruel o brutal puede hacer infinitamente más daño. Y aun así, en una larga y exhaustiva lista de prohibiciones, la negligencia o sadismo parentales nunca se condenan. Nota para el Sinaí: corregir esta omisión.
Número VI: Nótese que los sistemas meramente humanos han progresado desde que distinguen distintas escalas morales de homicidio. Nota para el Sinaí: ¿Eres moralmente absoluto o no? Si sí, ¿qué hay de los pobres medianitas masacrados?
Número VII: Me parece bien si es necesario, pero ¿es adulterio la poligamia? Además, ¿no pudo ser que la monogamia permanente fuera más consonante con la naturaleza humana? ¿Por qué crear gente con lujuria en sus corazones? Por otro lado, ¿qué hay de la violación? Parece ser muy recomendada, junto con el genocidio, esclavitud e infanticidio en Números 31:1-18, y seguramente parece una versión extrema del sexo fuera del matrimonio.
Números VIII y IX: Admirables. También cortos y al grano, con un matiz útil en el uso de la frase clave, “en contra”.
Número X: Le hace mal a las mujeres al considerarlas propiedad, y también requiere espionaje permanente de los pensamientos privados. Es siniestro y tiránico en cuanto a que no puede ser obedecido, y por lo tanto hace pecadores inclusive a gente atenta.
* * *
Intento lo más que puedo el no ver las cosas a través de un cómodo prisma posterior. Sólo el Todopoderoso puede evaluar cuestiones sub specie aeternitatis: desde el punto de vista de la eternidad. Uno también debe evitar el relativismo cultural e histórico: no tiene caso pedirle retroactivamente a los Hijos de Israel que desarrollen una teoría de los gérmenes (para que dejen de confundir las enfermedades con castigos divinos) o que entiendan astronomía (para que no se hagan predicciones tontas y presumidas basadas en las estrellas y los planetas). Aun así, si pensamos de los males que pueden aquejar a la humanidad hoy en día, y que son creados por el hombre y no por la naturaleza, seríamos moralmente insensibles si no nos opusiéramos al genocidio, la esclavitud, la violación, el abuso infantil, la represión sexual, el crimen de las clases élites, la destrucción desconsiderada del mundo natural, y la gente que se la pasa parloteando en su celular en restaurantes. (Además, para la gente que se mata a sí misma y a otros mientras grita “Dios es grande”: ¿es eso tomar el nombre de Dios en vano o no?)
Es difícil tomarse a uno mismo con seriedad suficiente cuando empieza una frase con las palabras “No has de.” Pero uno puede decir con confianza:
- No condenes gente en base a su etnicidad o color.
- Nunca uses gente como popiedad privada.
- Desprecia a aquellos que usan o amenazan violencia en una relación sexual.
- Oculta tu rostro y llora si te atreves a lastimar a un niño.
- No condenes a las personas por su naturaleza innata--¿por qué crearía Dios a tantos homosexuales, tan solo para torturarlos y destruirlos?
- Sé consciente que tú también eres un animal y dependes de la red de la naturaleza, y piensa y actúa de acuerdo con ello.
- No imagines que puedes escapar ser juzgado si le robas a la gente con un falso prospecto en vez de un cuchillo.
- Apaga tu maldito celular—no tienes idea lo no importante de tu llamada para nosotros.
- Denuncia a todos los yijadis y cruzados por lo que son: criminales psicóticos con feos delirios.
- Estate dispuesto a renunciar a cualquier dios o religión si sus mandamientos contradicen cualquiera de los anteriores. En breve: no se trague su código moral en forma de tabletas.
Traducción: Héctor Mata
Conferencia de Hitchens sobre el Tema:
Video para la revista Vanity Fair (lugar original de publicación del artículo):